Análisis de un albur.
El tema a tratar puede resultar largo, así que siéntense un momento y pongan las retinas atentas.
El sentido de las palabras puede fácilmente desviarse, en el lenguaje que manejamos los mexicanos las oraciones tienen más de una vía de interpretación. ¿En que consiste la posibilidad de entender más de una cosa con una sola frase? ¿dónde radica ese doble sentido?
Primero hemos de aceptar que en este lenguaje que usamos a diario los mexicanos, las oraciones pueden aceptar más de un sentido, a saber el literal y uno segundo al que denominaremos ‘marco de los albures’. Me parece necesario hacer explícito que los albures se dan en eventos lingüísticos precisos, con esto me refiero a ocasiones únicas en las que un albur puede darse efectivamente, de aquí podemos inferir una característica del fenómeno, la espontaneidad, un albur es por naturaleza espontáneo.
Puedo imaginar que es viernes por la tarde, nos dirigimos a uno de esos bares de Copilco para ver un partido de fútbol, sin embargo uno de los camaradas no nos acompañará. Dadas las circunstancias el compañero ‘A’ enuncia: “Quédate, o que, tu mamá es tacaña.”[1]
Este tipo de circunstancias son a las que me refiero como “eventos lingüísticos.” Analicemos la forma literal del enunciado que nos importa.
“Tu mamá es tacaña” (llamemos a este enunciado y a los de este tipo ‘a’)
Este es su análisis lógico ($x) (Mxt &Tx). Puede que se lo considere insuficiente para encontrar todas las implicaciones de esta oración, pero basta para resaltar el problema que lo hace funcionar como albur. Literalmente dice que hay un ‘x’ que es mamá de ti, y que además ‘x’ es tacaña. La relación que guarda la oración con el evento lingüístico es coherente, el compañero que se retira puede hacerlo porque su madre no le dio dinero. Ese es el sentido literal.
Sin embargo, oculto, ‘a’ lleva otro sentido. Esta es la segunda característica que encontramos en los albures, no son expresos, se esconden detrás de un sentido literal coherente. Nos damos cuenta que la partícula que realmente afecta el sentido de la oración es ‘t’, en el análisis literal encontramos que ‘t’ refería (considerando el evento lingüístico) al compañero que no iría a ver el partido. Ahora bien entendida como albur ‘a’ conserva su referencia. Pero el sentido cambia, mientras que literalmente ‘t’ tiene un papel de pronombre posesivo en su segundo sentido cambia a pronombre personal.
Con esto cambia la relación ‘Mxt’. El segundo sentido es evidente ($x) ( Mxc).
¡¡Incluso ha cambiado la forma lógica y con ello los individuos al igual que la relación de la predicación!! Todo lo que se puede hacer con un par de acentos.
Lo asombroso del albur es que ambos sentidos es decir: ($x) (Mxt &Tx) y
($x) ( Mxc) son oportunos, tienen coherencia. Claro está es distinta y lo que revela el problema de los albures es que una misma oración puede tener en un solo evento lingüístico dos sentidos. Es decir, que las oraciones del tipo ‘a’ expresadas en el momento oportuno y en el lugar oportuno se entienden de dos maneras. Por lo tanto pueden cohabitar dos marcos lingüísticos, el literal y el de albures.
Hacer que esos dos marcos lingüísticos se toquen en una sola oración requiere técnica, y esto porque no cualquiera es capaz de expresar ambos sentidos en una sola oración, quizá deba realizarse un estudio de cuales son las oraciones que pueden hacer que ambos marcos se presenten, pero por el momento la intuición es que casi cualquier oración puede tener los dos sentidos, razón por la que parece que no son las oraciones las que encierran el doble sentido sino el usuario. En nuestro ejemplo, el sujeto ‘A’ tiene la capacidad de alburear. Incluso otro estudio posterior debería ser el de cual es la mejor escuela para manejar las oraciones del doble sentido y por que razones.
Ahora bien el albur no tiene sentido si el sujeto receptor no comprende. Por lo cual podemos decir que el albur necesita dos partes, un albureado y un albureador. Ambos pertenecen al marco lingüístico. Si bien no todos los hablantes del español forman parte del marco de albures al menos una gran parte de los hablantes del mexicano si lo hacen, a lo mejor de una manera poco eficiente, es decir el realmente virtuoso es el que tiene la capacidad de alburear al otro y por supuesto aprovechar las circunstancias, mientras que la mayoría somos solo oyentes (al menos en la mayor parte de los eventos lingüísticos). Ese ‘solo oyentes’ es impreciso, pues quien es capaz de oír el albur es porque lo comprende, la vida de cualquier marco lingüístico depende de los usuarios, de que sus proposiciones sean entendidas. El marco lingüístico depende de los hablantes, con esto podemos decir que los albures solo son entendidos por aquellos que son usuarios del marco de albures. En este aspecto radica la técnica y el carácter de distinción que es el albur. Es técnica, pues se necesita una cierta especialización en captar el sentido de las oraciones (no cualquiera entiende un albur, a la misma manera que no todos entienden mecánica) y es criterio para distinguir quien y quien no pertenece al marco. Yo por ejemplo lo he usado para distinguir entre dos lenguajes, el español y el mexicano, por lo tanto sabré quien es un hablante competente del mexicano de acuerdo con su capacidad en dicho marco lingüístico.
[1] A más de un filósofo podría parecerle que el problema radica en la manera en que usamos la partícula ‘es’, quizá diría que la usamos como termino medio y vago
El sentido de las palabras puede fácilmente desviarse, en el lenguaje que manejamos los mexicanos las oraciones tienen más de una vía de interpretación. ¿En que consiste la posibilidad de entender más de una cosa con una sola frase? ¿dónde radica ese doble sentido?
Primero hemos de aceptar que en este lenguaje que usamos a diario los mexicanos, las oraciones pueden aceptar más de un sentido, a saber el literal y uno segundo al que denominaremos ‘marco de los albures’. Me parece necesario hacer explícito que los albures se dan en eventos lingüísticos precisos, con esto me refiero a ocasiones únicas en las que un albur puede darse efectivamente, de aquí podemos inferir una característica del fenómeno, la espontaneidad, un albur es por naturaleza espontáneo.
Puedo imaginar que es viernes por la tarde, nos dirigimos a uno de esos bares de Copilco para ver un partido de fútbol, sin embargo uno de los camaradas no nos acompañará. Dadas las circunstancias el compañero ‘A’ enuncia: “Quédate, o que, tu mamá es tacaña.”[1]
Este tipo de circunstancias son a las que me refiero como “eventos lingüísticos.” Analicemos la forma literal del enunciado que nos importa.
“Tu mamá es tacaña” (llamemos a este enunciado y a los de este tipo ‘a’)
Este es su análisis lógico ($x) (Mxt &Tx). Puede que se lo considere insuficiente para encontrar todas las implicaciones de esta oración, pero basta para resaltar el problema que lo hace funcionar como albur. Literalmente dice que hay un ‘x’ que es mamá de ti, y que además ‘x’ es tacaña. La relación que guarda la oración con el evento lingüístico es coherente, el compañero que se retira puede hacerlo porque su madre no le dio dinero. Ese es el sentido literal.
Sin embargo, oculto, ‘a’ lleva otro sentido. Esta es la segunda característica que encontramos en los albures, no son expresos, se esconden detrás de un sentido literal coherente. Nos damos cuenta que la partícula que realmente afecta el sentido de la oración es ‘t’, en el análisis literal encontramos que ‘t’ refería (considerando el evento lingüístico) al compañero que no iría a ver el partido. Ahora bien entendida como albur ‘a’ conserva su referencia. Pero el sentido cambia, mientras que literalmente ‘t’ tiene un papel de pronombre posesivo en su segundo sentido cambia a pronombre personal.
Con esto cambia la relación ‘Mxt’. El segundo sentido es evidente ($x) ( Mxc).
¡¡Incluso ha cambiado la forma lógica y con ello los individuos al igual que la relación de la predicación!! Todo lo que se puede hacer con un par de acentos.
Lo asombroso del albur es que ambos sentidos es decir: ($x) (Mxt &Tx) y
($x) ( Mxc) son oportunos, tienen coherencia. Claro está es distinta y lo que revela el problema de los albures es que una misma oración puede tener en un solo evento lingüístico dos sentidos. Es decir, que las oraciones del tipo ‘a’ expresadas en el momento oportuno y en el lugar oportuno se entienden de dos maneras. Por lo tanto pueden cohabitar dos marcos lingüísticos, el literal y el de albures.
Hacer que esos dos marcos lingüísticos se toquen en una sola oración requiere técnica, y esto porque no cualquiera es capaz de expresar ambos sentidos en una sola oración, quizá deba realizarse un estudio de cuales son las oraciones que pueden hacer que ambos marcos se presenten, pero por el momento la intuición es que casi cualquier oración puede tener los dos sentidos, razón por la que parece que no son las oraciones las que encierran el doble sentido sino el usuario. En nuestro ejemplo, el sujeto ‘A’ tiene la capacidad de alburear. Incluso otro estudio posterior debería ser el de cual es la mejor escuela para manejar las oraciones del doble sentido y por que razones.
Ahora bien el albur no tiene sentido si el sujeto receptor no comprende. Por lo cual podemos decir que el albur necesita dos partes, un albureado y un albureador. Ambos pertenecen al marco lingüístico. Si bien no todos los hablantes del español forman parte del marco de albures al menos una gran parte de los hablantes del mexicano si lo hacen, a lo mejor de una manera poco eficiente, es decir el realmente virtuoso es el que tiene la capacidad de alburear al otro y por supuesto aprovechar las circunstancias, mientras que la mayoría somos solo oyentes (al menos en la mayor parte de los eventos lingüísticos). Ese ‘solo oyentes’ es impreciso, pues quien es capaz de oír el albur es porque lo comprende, la vida de cualquier marco lingüístico depende de los usuarios, de que sus proposiciones sean entendidas. El marco lingüístico depende de los hablantes, con esto podemos decir que los albures solo son entendidos por aquellos que son usuarios del marco de albures. En este aspecto radica la técnica y el carácter de distinción que es el albur. Es técnica, pues se necesita una cierta especialización en captar el sentido de las oraciones (no cualquiera entiende un albur, a la misma manera que no todos entienden mecánica) y es criterio para distinguir quien y quien no pertenece al marco. Yo por ejemplo lo he usado para distinguir entre dos lenguajes, el español y el mexicano, por lo tanto sabré quien es un hablante competente del mexicano de acuerdo con su capacidad en dicho marco lingüístico.
[1] A más de un filósofo podría parecerle que el problema radica en la manera en que usamos la partícula ‘es’, quizá diría que la usamos como termino medio y vago